Mujer sabia, también eres tu.

Empiezo escribiendo unas letras sin rumbo previsto, sin saber muy bien que voy a crear hoy.
Desde que confirmé en mi propio cuerpo el permitirme sentir mis emociones dejando espacio a que me habitasen sin reprimirlas ni negarlas, des que que me inicié en esto de mirarme con sinceridad en el espejo -o sin él-, pero mirarme, siento que soy más coherente en la vida, en mis actos, en mis relaciones y en mi forma particular de ser y estar en el mundo.
Desde que me dí permiso para que no me importarse el que piensan de mí los demàs, en si lo que hago es correcto o no, me siento mas sabia, mas completa.

En realidad, me inicié en esto, hace mucho, ahora mismo no me apetece hacer recuento. Igual que tu, -posiblemente-, siempre me ha inquietado "saber que me pasa". No aprendí a ponerle nombre a mis emociones desde el principio, no encontré modelos para eso en mi infancia, pero recuerdo perfectamente mi necesidad de encontrarlos desde muy temprana edad...

Ha sido recientemente, ya pasada la barrera de los cuarenta, que he sabido como posicionarme en esto de ser quien soy.
Si, parece tonto verdad?. Pero es cierto, hasta hace poco, no me conocía.
Y estoy convencida que, hay partes de mí, que aun no conozco.

Me recuerdo con el ímpetu de la adolescente juventud manifestandome afín a un grupo, a una filosofía u otra... rebelde en contra de lo "que hacían los demàs", siempre preguntándome si yo quería hacer eso o no, y descubriendo hacia mi veintena que, hacía cosas por pertenecer a un grupo de amigos, o a un circulo determinado de amigas dentro del instituto...pero recuerdo bien mi instinto natural por rebelarme en contra de  aquello que los demàs creían que era lo que se debía hacer. Recuerdo enfrentarme a mis compañeros de clase por no querer ir a una huelga estudiantil porque no iba conmigo, por que no me apetecía hacer campana para no ir a una huelga con la que no estaba de acuerdo pero me daba la oportunidad de faltar a clase... algunos compañeros de curso lo tenían claro, era la excusa perfecta! no era así para mí.

Tampoco, - un poquito más tarde-, me interesaba dedicar todos mis sábados noche a emborracharme, a salir de juerga, y mover el cuerpo en algo que parecía bailar, pero a mí, me parecía una provocación descaradamente sexual, y no siempre me apetecía. 
Claro que me emborraché en ocasiones! Por supuesto que, bailé, y jugué y disfruté mis veinte años...pero yo no tenía suficiente con eso... tenía que haber algo más... se me ocurría que vivir así era poco, que era aburrida esa forma de existir siguiendo el ritmo de la sociedad, solamente por que todos lo hacian.

Años más tarde, en la treintena me abandonó mi primer amor, aquél con el que sellé un compromiso y compartí mi primera hipoteca. Me dejó por una amante con la que estuvo compartiendo nuestra relación mientras yo me dedicaba a trabajar, a estar pendiente de los demás siempre, y a tener el piso limpio e impecable tal como me enseño mamà.
Claro, no me quedaba tiempo para él, no le culpo en absoluto, hace tiempo que dejé de hacerlo - de culparle, y de culparme-.
Yo no tenía tiempo para un nosotros, por que necesitaba tiempo para mí, después de cumplir con todas mis obligaciones, que según me habían inculcado eran tener la casa limpia y trabajar, no me quedaba tiempo para mi.

De hecho, un par de años después de nuestra ruptura, habiendo pasado mi duelo, ya inmersa en mi nueva vida de soltera y aceptando mi necesidad original de buscarle sentido a mi existencia, seguí el impulso de darle las gracias por haber sido valiente y romper una relación en la que ni yo misma sabía que no estaba siendo felíz, y le busqué para uno de esos encuentros en los que puedes abrir el corazón y perdonar de verdad, bueno, más que perdonar que me suena así dicho muy prepotente, simplemente fue liberador para mí, agradecerle haber dado el primer paso. Él a su vez, me confesó que le liberaba de culpa mi agradecimiento, y que me veía bien, felíz y eso le daba paz. Y yo me sentí genial por haber podido confesarle que ya no le odiaba, que no me sentía enfadada, ni abandonada, ni sentía miedo.

Creo que, aquel dia, me crecieron alas.

En mi familia de origen, no está muy usado el sentimiento compasivo ni el perdón. Para mí, fue nuevo. Gratificante. Sanador. 

Y fué aquel primer amigo y compañero de vida, quién aquel día, siendo ya un "ex" en mi historia me dió paso a la siguiente "pista" en mi camino hacia conocerme un poquito más:
- (...) se te ve bien - dijo-. Por lo que me cuentas, ahora estás viviendo la vida, de esos personajes y autores sobre los que te gusta tanto leer en revistas y libros de crecimiento personal. 
No me habia dado cuenta! Y era cierto... en mi crisis personal por la ruptura de pareja, empecé a dejar de leer, para escribir mi propia història, era cierto!!

No nos hemos visto más, no hace falta.
Es posible que con aquel último encuentro se cerrase alguna deuda kármica, no entiendo demasiado de eso, pero sí entendí entonces el mensaje que la vida a través de aquellas palabras me traía. Lo entendí, desde donde se entiende aquello que no se puede describir con palabras.

Muchas otras benditas crisis después, una nueva vida en pareja, un proyecto de empresa fallido como negocio aunque próspero en aprendizajes, dos hijos, muchos amigos y amigas nuevas, momentos de revelación, de enfado, la inmersión en filosofías de autoconocimiento, algunas formaciones que me avalan, y otras que me nutren desde el misterioso mundo sutil que alimenta mi espíritu invisible y tan importante para mí como el comer, el dormir y el tener un techo bajo en el que me cobijo, me hacen saber que la vida se aprende viviendo. 
Que el verdadero sentido de vivir lo encuentro en ser coherente, y en la responsabilidad de crear mi historia tal como siento que quiero que sea.






Una cosa que sí que aprendí en mi modelo de familia, desde bien temprana edad, fué el de sentirme víctima del destino, de la vida, de los demás... aunque mi instinto rebelde también me dió muchos problemas con eso. Y digo problemas por que no me sentia cómoda en la posición de la víctima, y eso me enfrentaba al rol que se suponia debia adoptar. Para mis padres siempre he sido, eso, una rebelde.


Hoy escuchando a algunas mujeres, en los grupos, en las sesiones de terapia, me doy cuenta que ese es un rol que fàcilmente hemos heredado y aceptado - en menos o más medida- muchas mujeres, el victimismo encubierto de fragilidad femenina, de mujer a la que hay que proteger, cuidar, infantilizar y a menudo acabamos castradas por nuestras propias creencias ( que no son tan propias , sinó heredadas sin cuestionarnos siquiera si nosotras creemos en ellas), y repetimos modelos y roles sin saber siquiera si lo queremos hacer o no.

Y observo alrededor, en mis lugares de vida como funcionamos las mujeres.
Cuando puedo observar desde una distancia emocional suficiente para no sentirme arrastrada, veo a menudo, que en ocasiones, algunas mujeres llevan ese rol victimista al lugar de trabajo ocupando roles de sumisión dentro de los equipos, de queja continua ante el sistema, de enfado ante un mundo complejo y competitivo, ante la jerarquía organizativa...y de nuevo veo ceder el poder personal ante el limitante rol de víctima. Y es que, no es fácil quitarnos el traje que, a menudo hemos vestido desde siempre. 

Pero si, hacemos un pequeño esfuerzo, si dejamos de querer -siquiera por un instante- que nos protejan, que nos defiendan, que nos cobijen...si dejamos de querer ser aceptadas por ese mismo equipo, si nos permitimos ser auténticas aunque seamos diferentes, si nos permitimos no ser aceptadas en el grupo y somos coherentes, si dejamos de competir, de querer demostrar... si bailamos de verdad, sin querer gustar a nadie, si nos atrevemos a sentarnos y parar, a sentir con sinceridad, a escribir nuestro propio guión, entonces nuestras alas siguen creciendo, nuestras creaciones perduran y nutren nuestra verdadera estima, construyendo roles nuevos, diferentes a lo que hemos visto hasta hoy, ciertamente nutritivos, saludables y auténticos.

¿Te has dado cuenta de que tu también sabes lo que quieres?
¿Sabes realmente quién eres, y que te mueve?
¿Has visto cuando dejas de leer a otros y otras, de mirar alrededor para mirar hacia dentro que es lo que hay?
¿Has observado que pasa en ti, cuando dejas de admirar en los demás, aquello que también está en ti y que ya eres?
Y cuando dejas de estar enfadada con el mundo: ¿te has dado cuenta que bien que estas contigo, - a solas, o en compañía-, pero lo bien que estas...cuando asumes tu propia responsabilidad?
Has descubierto ya que cuando dejas de atender afuera, para darte a ti misma, lo mejor de ti, entonces tu creatividad crece, te honra, te nutre y te da alas?

Seguro que, si. Que ya lo sabes almenos lo has visto alguna vez...y si no lo recuerdas, haz memoria, o estate atenta, porque es probable que, esté a punto de ocurrir...


Comentarios

Entradas populares de este blog

Honrar a los ancestros

Fórmula para el bálsamo mucolítico y expectorante

Introducción. En nombre de Maia