Gratitud

Muchos son los métodos de crecimiento personal -inspirados la mayoría en antiguas religiones del mundo- que auguran los beneficios del concepto: gratitud.
Muchas líneas de trabajo espiritual hablan de lo beneficioso que es para el espíritu el "dar la gracias", tanto que, la propuesta es la de agradecer incluso a aquellos que nos hieren, ofenden o desprecian por darnos con ello una oportunidad de aprendizaje. -aunque ante este aspecto discrepo un poco-, realmente el aprendizaje a veces, seria, - y perdón por la vulgaridad-, el de "mandar a paseo" a dicho maestro y agradecernos a nosotros mismos el bien que nos hacemos al hacernos respetar.
Últimamente me pregunto mucho:   - como va a saber otra persona hasta donde le permito que me falte al respeto, si no soy yo quien se lo enseña?? Solo yo sé como me siento ante una situación u otra. Y es obvio que no todos tenemos la misma sensibilidad. Lo que a mi me disgusta, puede perfectamente hacer un efecto inocuo a otra persona.
Todos vemos el mundo desde nuestra particular ventana y con diferentes valoraciones, pues somos infinitamente diferentes por nuestras vivencias y experiencias -integradas o no-, que nos construyen y  hacen que valoremos mas una cosa... o que nos moleste mas o menos otra...
Dicen que, a menudo lo que nos disgusta de otro o de una situación es algo que no esta resuelto en nuestro interior, y que, a modo de espejo la vida nos lo muestra...y ésta es una versión que me suele resultar muy práctica: dejar de ver fuera el problema para tomar el poder de responsabilizarme y de cambiar lo que no me gusta (sea de mi, o de mis circunstancias).
Así que, volviendo al tema de dar gracias, más bien creo que lo interesante es agradecer siempre, o bien a lo ajeno o a lo propio, pero agradecer, por que al fin y al cabo todo, absolutamente todo se convierte en una oportunidad de mejorar, y crecer.  Por que en lo que si somos iguales es que, solo aquello que hay en nuestro corazón conforma una realidad tangible y que ocupa toda nuestra existencia.



Todos y todas sabemos lo bien que nos sentimos ante el reconocimiento ajeno contenido simplemente en una palabra: gracias. 
Y como madre reconozco la gratificación que siento cuando veo que mi hijo con cinco años es agradecido y así lo demuestra de forma natural y espontánea. Aunque pensándolo bien, no es tan espontanea...pues llevo desde que nació dándole las gracias por todo y por tanto. Y ahora no lo digo solamente para colgarme una medalla, aunque reconozco - por que no hacerlo-, mi aportación. Los niños reproducen lo que ven... eso ya lo sabemos.
Dicen que, en la adolescencia y buscando su auténtica personalidad, se separan del modelo conocido para explorar nuevos horizontes, pero, sinceramente espero que, algunas cosas, las más básicas y conectadas a su humanidad y aprendidas desde su más tierna infancia tengan un buen asentamiento en la construcción de su personalidad adulta.
Y dar las gracias, pero no "por educación"- para quedar bien-, si no desde el más genuino y tan gratificante sentimiento humano creo que se convierte en hábito tras la práctica, y ese hábito construye una forma de ser, de estar en el mundo. Por eso le doy las gracias a mi hijo - cuando así lo siento-, por que sé que de recibir agradecimiento germinará en él hábito de reconocerlo.

Yo valoro y agradezco -válgase la redundancia- muchas cosas de mi infancia, de la educación familiar recibida, pero reconozco que no son precisamente sobre el sentido auténtico de agradecer:
Mis padres son hijos de una generación que les enseñó a "deberse" a sus mayores, y por lo tanto éstos pocas veces daban las gracias a un hijo, por entender que, era "su deber" cualquiera que fuese la acción ejecutada. Así que no me enseñaron lo que no aprendieron. Por suerte, en el camino encontré modelos suficientes, y mi generación disfruta de información y formación de sobras fuera del núcleo familiar como para que pueda cambiar ese rol tan tempranamente adquirido.  También creo que cada familia, cada clan, cada árbol genealógico lleva su propia evolución y ritmo, y no creo que, sea una cuestión de generación social exclusivamente, pues en todas las épocas y momentos históricos hay quién ha sido mas lúcido o menos con su forma de ser y estar en el mundo y ha transgredido las normas socialmente aceptadas como única verdad válida, para buscar su auténtica forma de ser.
Por supuesto que me educaron "obligándome" a dar las gracias. Sobretodo ante los adultos. Y más insistentemente ante los adultos "importantes" en casa: al médico, al maestro, al tendero, al vecino... en fin, a gente que mis padres valoraban como importantes. A veces tan importantes - creo que, incluso demasiado importantes quizás-, que se valoraba más sus sentimientos que los míos.
Más que un reproche lo que me ocupa ahora es la reflexión profunda y sincera respecto al por que valoro más o menos, una forma de estar en el mundo, y simplemente es por que desde siempre, me he sentido bien cuando me han valorado, y mal cuando no lo han hecho. Es así.
Quedar bien era más importante. Y claro, quedar bien para un niño ciertamente no es suficiente. No me hacía feliz. Por eso creo que no conecté de pequeña con algunos placeres anímicos. Más bien "me desconecté" haciendo una cosa por fuera, y sintiendo otra por dentro...como si mi alma y mi personalidad no fuesen por el mismo camino, y eso generó en mi una profunda tristeza.  Por que - ahora lo sé-, agradecer y recibir agradecimiento, la verdad es que genera en mí un plácido y a veces incluso excitante sentimiento de placer. Una alegría de corazón que me hace ver la vida mucho mas atractiva. Más bella si cabe.  Me hace sentir de mejor humor. Me hace sentir bien.

Esto que reconozco en mi, y que estoy segura que muchas personas desde cualquier rincón del planeta saben reconocer también, debe ser aquello que los místicos y religiosos auguran: dar las gracias te llena de felicidad.
Aunque claro esta, si lo hiciéramos solamente por obtener el resultado quizás perdería autenticidad y sentido. Y seria algo parecido a aquello de"quedar bien".

Recuerdo perfectamente como me he ruborizado durante años cada vez que alguien me decia:
- Gracias.
Si. Sentía pura vergüenza!
Gracias a mi? - pensaba??... como si de un ser insignificante estuviese echa mi persona. Como si no lo mereciera. E inmediatamente contestaba:
- "No hay de qué".   Una frase bien aprendida también en mi infancia.
Meditándolo bien... me pregunto ahora:
- Que significa realmente "no hay de que"??
Que lástima tantos momentos perdidos sin disfrutar tranquilamente de un sentimiento tan bello:
Agradecer el reconocimiento ajeno. Por que si alguien me agradece es por que me ha visto, y no solo me ve, sino que me da las gracias, por lo que es de entender que me valora. "Me da valor". Interesante reflexión...verdad?

Ahora que me doy cuenta de ello, pienso que debería darle mas importancia a todas las veces que digo. "no hay de que". Claaaro que hay de que!   Por que valgo mucho, igual que tu, que mi vecino, que el maestro, igual que cualquier persona en cualquier lugar del planeta.
Valgo ni mas ni menos, igual que mis hijos, que, aunque son pequeños y aun se están construyendo son capaces de hacerme sentir gratitud. Como no voy a hacérselo saber!!! tienen que saberlo...y valgo por supuesto ni más ni menos que mis progenitores que, a su manera me dieron todo lo que supieron dar.
Que diferente hubiese sido la percepción de mi misma ya de adulta, si hubiese llegado a esa etapa de mi vida sabiendo que "valgo" no solo lo suficiente, sino bastante y mucho mas que eso en alguna que otra ocasión...Como no voy a agradecer a la vida todo lo que se, lo que he vivido, lo que me enseña lo que me da, lo que comparte otra madre conmigo, una amiga, una vecina...
Como no voy a agradecer mi infancia que fue cómoda, segura y aunque no fue perfecta me llevó a ser quien soy?

Deberíamos meditar mas a menudo sobre lo que nombramos, sobre como expresamos lo que sentimos, y sobre el por qué lo hacemos y sobre todo, deberíamos estar atentos a lo que no nombramos. Aquello que no reconocemos o no admitimos a menudo se hace poderoso en la sombra, y la vida encuentra su manera de hacer que por fin, nos enfrentemos a ello.
Ese sentimiento genuino y espontáneo que nos lleva a ver cuanto vale quien tenemos al lado, quien la vida nos pone delante, quién se quedó atrás, e incluso a quien aun está por llegar bien vale la pena ser visto. Al saber agradecer demostramos cuanto nos valoramos a la vez que, cuanto valoramos "al otro" se mide por cuanto nos valoramos a nosotros mismos.

Y hoy, que escribo este texto inspirada por tanto reconocimiento ajeno, por tanta gratitud recibida, solo tengo una palabra para describir lo que siento:

GRACIAS

Comentarios

Entradas populares de este blog

Honrar a los ancestros

Fórmula para el bálsamo mucolítico y expectorante

Introducción. En nombre de Maia