SOMOS SOLO LO QUE COMEMOS?



Últimamente explorando en el mercado las opciones mas saludables y que mejor se adaptan a nuestra realidad familiar me doy cuenta que, después de haber conocido algunos límites personales y también hasta donde puedo y quiero llegar, elijo "el camino del medio".

El camino del medio se me ocurre que, es nada más pero nada menos que "aquel que me lleva a mi destino, entendido como objetivo elegido por mi para mi vida". Desde un recorrido directo sin dar demasiados rodeos, el camino que quiero es el que me lleve a ver cumplidos mis deseos. 
Y mi objetivo como madre respecto a la alimentación de mis hijos es enseñarles a alimentarse con y por placer. Para nutrirse no solo a nivel físico, sino también anímica mente.
Y no como un puntal único y básico para ser felices, sino y simplemente como un ejercicio más.

Hablando con madres en la escuela, y en el parque cerca de mi casa, una vez más compruebo la riqueza en la diversidad de pensamientos, formas de vida y diferentes niveles de consciencia. Y cuando escribo "niveles", no es desde una perspectiva de competición o de "mejor o peor", al fin y al cabo la consciencia solo es el conocimiento que uno tiene de algunos aspectos particulares y que conforman una realidad global en la realidad propia. Y como está en continua evolución y cambia con la experiencia, para nada se trata de "llegar" a ningún sitio de consciencia, simplemente de mantenerla despierta, atenta y dispuesta al cambio para mejorar. Y también para prevenir, en este caso del que hablo, estoy convencida de que poner la consciencia en lo que como y ofrezco a mis hijos para comer, así como en el "por qué" lo hago se convierte a mi entender en un hecho transcendental.

En ciertos sectores está muy en boga el tema de la alimentación saludable, y estoy totalmente de acuerdo en buscar la mejor alimentación para mi familia, pero es justo ahí donde me pregunto si realmente "lo mejor" es lo mas adecuado...

Siempre he defendido que NO SOMOS SOLO LO QUE COMEMOS.
Estoy convencida de que somos mucho más que eso:
Creo que somos lo que comemos, lo que hacemos, lo que sentimos, lo que pensamos, lo que soñamos, lo que deseamos, lo que odiamos, lo que tuvimos, lo que que queremos tener... somos proyección de lo que queremos ser, y somos, aun mucho más que eso: 
el eterno don de conocer, aprender con la experiencia  para desaprender y renacer de nuevo.

Conozco familias, personas obsesionadas por una higiene máxima, tan "correcta" y exigente que no permiten a sus hijos disfrutar de una tarde de charcos en el barro después de una mañana de lluvia; y estoy segura que esos niños en alguna etapa posterior en su madurez ejercitaran de forma espontánea o quizás, guiada terapeuticamente, una buena sesión de juego en el barro por el bien de su salud mental. 
Con la alimentación creo sinceramente que pasa algo parecido: aquello que está prohibido, que se me niega, se convierte en algo que deseo, que quiero explorar y conocer por mi misma. Por supuesto que no estoy pensando en dejar que mi hijo de cinco años elija por el mismo lo que desea comer a favor de proteger sus emociones... por que seguramente - por muchas razones -, elegiría un refresco acompañado de chocolates y chucherías...  como la mayoría de niños de su edad! Por supuesto...  
Pero si que creo que "hay un camino medio" entre enseñarle a comer saludable y equilibrado y la flexibilidad que me permite enseñarle que de vez en cuando, ocasionalmente - igual que hago yo-, podemos comer algún dulce edulcorado exageradamente, o un helado, o lo que sea que en ese momento me pida el cuerpo. Por que creo sinceramente, que con eso le estoy enseñando algo mas profundo: atender sus necesidades.

Los impulsos y necesidades que tenemos - pienso hoy-, no siempre están motivados por un ímput ideal o de perfección, mas bien, casi nunca es esa su razón de ser.  Y atender ese estado alterado, ese desequilibrio si queremos llamarlo así, requiere no solo firmeza de corazón y disciplina, si no, y por sobre de todo, requiere amor. Amor de ese que me permite verme tal y como soy; que me ayuda a tolerar lo que no recrea mis expectativas, e incluso lo que no entiendo. Y eso nutre mucho mas que al organismo. Forja célula a célula la personalidad que dirigirá mis actos. Ser "permisivo" me relaja. Relaja mi  existencia y mis sentidos, esos que me hacen saber si algo me gusta o no, y que abren paso al disfrute auténtico y genuino que me llevara a un vínculo sano con migo mismo, y mas tarde con los demás.
No soy ninguna experta nutricionista, pero soy madre. Y observo el vínculo lleno de ternura en los ojos de mi hijo cada vez que ve los caramelos que a escondidas le da su abuelo para que "mamá no les regañe"... a veces incluso a sabiendas que les estoy escuchando, y se me llena de amor el corazón incluso ahora al escribirlo. El vínculo de complicidad y cariño crece entre ellos en cada momento que comparten su secreto.  De qué, y sobretodo a quién le serviría que me enfadase con ellos?...
Esos pequeños "deslices" tolerados por amor permiten que nos relacionemos sanamente desde el punto emocional, incluso cuando el alimento no es el mas adecuado ni valorado desde el punto de vista nutricional o energético, alimentar el alma de un niño con muchos de esos entrañables momentos se me ocurre que es uno de los mejores ingredientes para el recuerdo.

Cuántas alergias se ahorrarían muchos si fuesen conscientes de la emoción "tragada" y mal digerida que acompañaba a aquél bocado en el momento de un rechazo amoroso, un desencuentro, un odio reprimido o cualquier otra de las mal llamadas "emociones negativas". Hoy en día, son muchas ya las teorías que demuestran la relación que hay entre el alimento o elemento externo detonador de una alergia y el origen oculto tras un bloqueo emocional negado a la consciencia.

Osho, en algún escrito, decía algo parecido pero a la inversa:  " si te has discutido con tu mujer, no vayas a comerte lo que cocinó para ti ...". Y es que lo que sentimos, pensamos y proyectamos mentalmente mientras cocinamos es una energía muy poderosa y presente materialmente hablando.

Y es que estoy convencida de que el vínculo comer-emoción, y a la inversa, es muy importante y determina el resultado nutricio a todos los niveles: espiritual, mental y físico.
Por lo que, una visión global al respecto, relajada e incluso con humor, se me ocurre es lo más correcto a la hora de determinar los menús semanales, con todas las improvisaciones necesarias - si hace falta-, y eso sí, con mucho amor como ingrediente principal, amenizado con respeto, tolerancia y afecto.

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Beech, de Flor de Bach,  es una de las esencias que más me han ayudado a moldear mi aspecto personal más dogmático. Me ha mostrado en mi, y en quien he acompañado terapeuticamente en sus procesos de intolerancia, falta de aceptación y exceso de juicio.
Por la misma razón que nos relaja mentalmente, esta esencia nos ayuda a sentir relajación física y muscular. Facilita la flexibilidad, adaptación y comprensión holística de cualquier aspecto.


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