Al saber le llaman suerte, y la suerte a menudo es saber.

Partiendo de la afirmación de que soy consciente de cuanto ignoro sobre tantas cosas, me atrevo a decir que a menudo el saber sobre algo, o siquiera aparentarlo puede producir incomodidad y desaprobación entre quienes lo ignoran... Y es que yo vengo de un lugar donde al Saber, le llaman Suerte, y eso inevitablemente ha marcado mi historia. En algunas etapas lo he llevado mal, pero hoy me doy cuenta de lo agradecida que estoy por que eso mismo, que viví con rebeldía en toda mi adolescencia, se convirtió sin duda en mi motivación y fuerza para llegar a ser quien soy.

Con todo el amor y el respeto que siento por mi origen, y todo el agradecimiento a la vida que le debo a mi madre y a mi padre, sé que a menudo les he hecho sufrir por mostrarme con curiosidad hacia un mundo en el que ellos solo veían peligro. Seguramente su miedo no era infundado, y no les falta razón al mostrarse desconfiados pues, evidentemente el mundo que nos rodea no es perfecto ni esta falto de riesgos. Pero mi gran deseo de aprender desde que tengo uso de razón se vio tristemente castrado ante la incerteza, inseguridad y falta de visión de futuro de quien me tutelaba en la infancia.Por fin hoy, soy capaz de escribir desde el amor, y no desde el rencor profundo que me generó con el tiempo, la frustración por querer crecer, aprender y descubrir cosas nuevas. No era nada más que la curiosidad inevitable de una niña que veía en el mundo más allá de las paredes de casa un sinfín de aventuras por vivir y de atractivas experiencias. Pero el problema empezaba ya, en mi propio origen: ser una niña en el seno de un hogar de origen y cultura machista no ayudaba mucho.

Hoy, siendo madre yo también, me doy cuenta de lo fácil que es limitar a un ser en pura expansión y evolución continua, y lo difícil que es procurar a un hijo el espacio de respeto hacia su propio descubrimiento y el descubrimiento a la vez del mundo que le rodea sin influenciarle demasiado por mis propios juicios y valores.  Y además se suma la dificultad de consensuar con la pareja esa misma intención en el momento de educar, y acompañarlos.
Vivimos en un momento, increíblemente rico en material accesible para nuestro saber, para recolectar información y cuestionarnos lo que se nos dice, lo que se nos vende, lo que el sistema nos ofrece como válido, y a menudo poco discutido socialmente. Por suerte para los que actualmente estamos inmersos en la función de la paternidad y la maternidad, hoy tenemos acceso a material informativo audiovisual, bibliográfico, presencial a través de conferencias, talleres y formaciones varias...parecería que, nunca antes como actualmente, hemos estado mas y mejor preparados para ser padres. Pero...a la vista esta que no es tan fácil...y cada día tengo mas claro que cuanto mas quiero saber, mas me cuestiono todo lo que hago, y eso a veces, tampoco facilita el trabajo.

En mi historia personal  y como suele ocurrir a menudo, por ser una necesidad no resuelta en su momento, - en mi mas tierna infancia y juventud-, actualmente aun me siento como una joven dispuesta a inscribirse en la universidad, a acceder a alguna interesante formación o simplemente a continuar alimentando su capacidad de discernimiento metida entre libros...en realidad, vivo con en sentimiento de que "lo mejor respecto a mi instrucción académica" aun está por llegar... De todo me gustaría saber mas...y cuanto más se de cualquier cosa, más me doy cuenta que lejos estoy de conocerlo por completo.
Cual Quijote de antaño nutriendo de palabras nuevas mi mundo, disfruto entre letras y palabras, buscando argumentos nuevos, saciando mi mente con nuevas visiones, descubriendo paradigmas por comprobar y a riesgo de "volverme loca" tal como el valeroso caballero andante en su caballo Rocinante, no le temo a lo nuevo y desconocido por lo que me doy cuenta del gran progreso en mi pues soy mujer en una línea genealógica de mujeres temerosas e inseguras, frágiles ante lo desconocido y con un pobre sentimiento de valoración sobre sí mismas.
Recuerdo haberme empapado de eso, desde mi mas tierna infancia. Y es evidente que ni me fue transmitido por mala fe, ni con conocimiento sobre ello. Simplemente, fue así por desconocimiento del efecto que pudiera causarme. Así que llegué a mujer creyendo que había algo que estaba mal en mí, pues las mujeres -según- la cultura que habían recibido mis padres-, debían ocuparse de ciertas cosas, como de buscar con quién casarse, crear una familia y cuidar del hogar. Y quizás por ello, hoy valoro tanto mi hogar, mi familia y mi casa, y realmente lo disfruto.
Pero en mí albergaba siempre un anelo profundo por transcender esa proyección de lo que se suponía tenia que ser mi vida. Y no lo vivía bien. Me sentía "rara" en mi entorno más próximo, en mi familia. Con el paso de los años me doy cuenta que eso mismo se convirtió en "mi suerte". Es como si, de algo que inicialmente parecía un error, una falta de algo, o un defecto en mi vida se hubiese tejido un material nuevo, una motivación por la qual he seguido mi instinto y aún hoy muevo mi intención gracias a ello. Mi intención de evolucionar. Mi ambición de crear mi propia historia con el firme propósito de reconocer quién soy para poder transcender y ofrecer al mundo la mejor versión de mi misma.
Tiene mucho de bueno la educación que recibí.
Valores como la unión entre hermanos; el respeto a los mayores de la familia, y el ejemplo de un padre y una madre trabajadores y responsables ante el cuidado de sus hijos.

Es increíblemente maravilloso, darme cuenta que, gracias a un entorno determinado he sido capaz de recrearme a valorarme más y mejor. Desgraciadamente, no por que potenciaran en mi esas aptitudes, pues me temo que bastante trabajo tenían para sostener la responsabilidad de crear un hogar, una familia y alimentarla, vestirla y poderla sacar adelante.
Mi madre por ejemplo, aun me sorprende a diario, quién con sus 70 años ya cumplidos y sin apenas haber estado en escuela,  es capaz de aprender a usar la galería del móvil con la finalidad de poder acceder a las fotos de sus nietos para enseñarlas a sus vecinas y amigas. Y es que lo que no consiguió su intelecto, lo compensó sobradamente su corazón:  el inmenso y generoso amor que siente por todos nosotros, por sus hijos y nietos ha sido su gran motor de vida, lo que ha permitido que con el tiempo, supere miedos y limites - seguramente también impuestos y cargados a muy temprana edad, en su propia historia personal-.
La mujer que me concibió en su vientre, que me alumbró a la vida, nació y creció en un pueblecito manchego, igual que la idealizada Dulcinea del valiente caballero de la novela. Un pueblo precioso en el centro de la península ibérica. Un lugar árido y seco, con bellísimas puestas de sol que cubren de un naranja luminoso largos y lineales horizontes a los cuatro puntos cardinales.  Puedo imaginar el miedo que pasó al casarse y salir de su único entorno conocido para llegar a una gran ciudad y en un momento de gran crecimiento industrial y mezcla de culturas de tantas familias que llegaban de diferentes orígenes buscando un trabajo y un sueldo del que vivir.
Aun así, aquella muchacha tímida  e insegura ha sido capaz de superarse a si misma, de transcender en su propio saber y aceptar de sus hijos lo que jamás se ha permitido a si misma, adaptándose a los cambios que en los últimos tiempos se suceden tan rápidamente en las culturas modernas.
Seguramente hoy, mi madre es más abierta de mente que cuando me trajo al mundo a mí; seguramente aun hay temas no resueltos en su corazón, pero ha conseguido un título que no se otorga en ninguna universidad del mundo: el del saber por experiencia.  El de haber llegado a ser abuela y ejercer como tal, ocupando un nuevo lugar en el orden generacional de nuestro clan.
Ahora, sin el peso de la responsabilizad ni la obligación de criar, educar, alimentar y saciar de todo tipo de hambre a sus crías,veo a mi madre acompañando, jugando y custodiando en los momentos que nos hace falta en casa su sabia presencia y energía, tan necesaria por sabia como por su historia vivida.








Aunque sé que muchas veces no entiendes mis motivos, ni el por qué no pensamos igual, me demuestras incondicionalmente tu amor y entrega aceptándome como soy, y aceptando mi forma de estar en el mundo a mi manera. Gracias mamá, por que aunque tu le llamas suerte a ciertos hechos y acontecimientos - y quizás en parte lo sea-, esa suerte esta forjada también con tu empeño, con tu superación y entrega. Capacidad que he heredado de ti y que acepto, dispuesta a usarla reconociendo en mi tu propio valor primero como madre y ahora como abuela.

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Una esencia floral de la gama de Flores de Bach, que me ha resuelto a menudo mis propios bloqueos personales, así como los de tantas usuarias que he acompañado terapeuticamente en el camino de trascender los propios límites y conquistar la independencia y autonomía personal es Centaury.

Centaury, nos conecta con la propia sabiduria interior.
Con la capacidad de no buscar aprobación externa, y sobretodo con la aptitud personal que nos permite poner un saludable límite a aquellas personas que aun siendo queridas y importantes en nuestra vida, como suele ser el caso de la figura materna, nos limita o nos castra por su autoridad.
Como hijas, Centaury nos permite crear una vida autónoma, conectada e interrelacionada familiarmente libre de lazos de deudas, dependencias desequilibradas y de pobre valoración personal.

En fin, que para crecer sanas  física, emocional y espiritualmente Centaury és a cualquier edad, una muy recomendable esencia en el tratamiento floral.

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