Encuentros, desencuentros y reencuentros

Hace tiempo que sé que no todos los encuentros son verdaderamente nutritivos para nuestra existencia. Aunque hay quien dice "que siempre se aprende algo"...y estoy de acuerdo. De hecho a menudo esa es una máxima que aplico en mi vida.

Simplemente, hay encuentros que son fugaces, por su superficialidad, por su condición ilusoria, por que no nos apetecen, por que no suman...
También hace tiempo, que decidí no apegarme, y sobretodo no "engancharme" a aquello que no me conviene.
¿Cómo sé lo que no me conviene?
Es fácil: desde la sutilidad más anímica, hasta la materialización en mi cuerpo físico me habla de como me siento.  Cuando me encuentro incómoda, me duele algo, me da angustia...de mil maneras visibles y muy notables podemos entender que no estamos cómodas en un lugar, o con alguien.
Cada uno/a sabemos como nos habla nuestro cuerpo. Y  por supuesto están también las señales del espíritu, que con una clara intuición nos hace saber que no, que "no hay que rascar" ahí... y entonces sabes que toca: "a otra cosa mariposa" !  O que, por el contrario nos hace sentir el corazón abierto al encuentro, nos invita a relajarnos y a disfrutar...
Con el tiempo, me he vuelto mas práctica. Bien, mejor diré que cuanto menos tiempo tengo para perder gracias a las obligaciones maternales que me brindan mis pequeños, más hábil me he vuelto en simplificar y agilizar algunos procesos.

Hace unos días, debía hacer una visita familiar de esas que son un poco como por obligación - otra cosa que cada vez practico menos -, aun así, a veces tengo que hacerlo, y entonces lo hago y ya está, tampoco quiero perderme en sentirme culpable por ello.
El encuentro se anunciaba mas largo de lo que habitualmente es, y pensé que debía aprovechar el viaje para reencontrarme con otras personas cercanas al lugar, y así evitaba alargar mi aburrimiento. Y me alegro muchísimo de haberlo pensado y de haber hecho la llamada a esa persona que, por dejadez, o por no encontrar el momento había descuidado en mi agenda.
Resultó ser uno de esos momentos que, quizás no se repitan, o quizás sí... ojalá. Por autentico y sincero fue un encuentro intenso, alegre y lleno de revelaciones que sé que me van a resultar muy útiles con el tiempo.

Escuchar a los demás, siempre ha sido una fuente de conocimiento y aprendizaje para mí, y esta vez así lo siento de nuevo.   Creo que, el momento fue compartido, y me atrevo a describir que por mi parte seguramente también aporté alguna cosa más que mi compañía en una bella tarde de fin de verano.



Hablamos de todo un poco.
Hablamos de vida, de nacimiento, de mis partos, de crianza, de comienzos...
Hablamos de muerte, de despedidas, de desapegos...
Dos mujeres en diferentes procesos de la vida, cada una con sus miedos, con sus límites y anhelos. Pero al fin y al cabo, dos personas en plena consciencia de evolución y crecimiento, y eso fue justamente lo que nos unió: el deseo de poner consciencia, poner atención a la vida misma, manifestándose en un casual encuentro.

A veces, no hacen faltan grandes terapias, ni formaciones complejas y de difícil acceso para entender de la vida, para dejar atrás miedos; una charla entre amigas puede ser tan o mas alentadora que el mejor tratamiento terapéutico.  
Poder ser una misma, poder hablar sin tapujos, sentir que respetas y te respetan, no sentirte juzgada... parece obvio, y fácil, pero no siempre es así. Todo/as sabemos que, a menudo nos vestimos para los demás, buscamos el discurso más adecuado o peor aun, evitamos un encuentro por que recordamos lo mal que nos sentimos la última vez... y es una lástima, por que por ser seres sociales, necesitamos interactuar, aprender de los demás y sentirnos útiles, eso sí, sin obligación ni "deberes" y si no estamos bien, lo mejor es pasar de largo, y emprender de nuevo el camino.

Me alegro, de no haberme negado el otro día a hacer el viaje; seguramente superé mi propio límite frente al desencuentro que temía iba a suceder. Superé mi propio prejuicio, y en realidad fue mejor de lo que pensaba. Y de premio tuve una grata sorpresa: conocer un poco más a un pariente lejano a quien apenas había visto un par de veces, y con quién al parecer tengo más en común de lo que podía suponer.
Regalos de la vida...

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